SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ORNITOLOGIA DE CIUDAD REAL

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lunes, 26 de abril de 2010

De cormoranes y otros predadores

Los propietarios de piscifactorías acusan a los cormoranes de ser la causa de sus desdichas y su eco lleva a la oposición política regional a solicitar que la Junta tome medidas para controlar sus poblaciones. Frente a la posición maximalista de los políticos, recogemos la civilizada propuesta de un pescador.

No puedo aliarme con aquellos pescadores que lanzan sistemáticamente acusaciones contra cualquier especie que coma peces por el simple hecho de que come peces. Pero tampoco podemos ir al punto opuesto y proteger a los depredadores a cualquier precio.

Los peces tienen numerosos enemigos ya desde antes de salir del huevo: algunos insectos y crustáceos; otros peces, incluidos los de la misma especie; algún ave como el mirlo acuático; pequeños mamíferos, como el desmán o los musgaños; o reptiles como los galápagos pueden devorar parte de la puesta. Esas mismas especies también pueden cazar algunos alevines durante sus primeras fases de desarrollo.

Conforme los peces crecen el número de sus posibles cazadores disminuye, y si hablamos ya de peces adultos de aquellas especies normalmente más apreciadas por el pescador recreativo, que llegan a tamaños relativamente grandes, son muy pocas las especies predadoras que habitualmente se alimentan de ellos.
Esas pocas especies son percibidas por los pescadores como unos competidores directos, y en muchos casos se atribuye a su presencia el descenso, real o imaginado, del número de peces en un lugar concreto. ¿Tenemos razones para acusar a nutrias (Lutra lutra), cormoranes (Phalacrocórax carbo sinensis) o garzas reales (Ardea cinerea), de estar acabando con las truchas u otros peces de nuestros ríos?


La intervención del hombre en la Naturaleza muchas veces tiene como consecuencia la extinción de especies, ya sean plantas, aves, insectos… o peces. Pero en otras ocasiones, esta intervención humana favorece a determinados seres vivos, que aumentan sus poblaciones de forma considerable, incluso transformándose a veces en plagas, es decir: en poblaciones numerosísimas que atentan contra nuestros intereses. ¿Hay algún motivo para considerar que nutrias, garzas o cormoranes se han convertido en plagas que asolan nuestros ríos? Vayamos por partes.

La nutria, aunque sigue siendo un animal muy escaso en términos generales, ha podido aprovechar la protección legal de la que razonablemente es objeto para, allí donde el medio reúne las condiciones adecuadas, aumentar algunas de sus poblaciones; pero no conocemos ningún caso bien documentado en que se haya comprobado que ese aumento haya supuesto una merma real y mensurable en la abundancia de las poblaciones de peces de la zona. Por otra parte, recientes observaciones parecen indicar que la presencia de nutrias limita la expansión de un invasor cada vez más frecuente en los ríos españoles: el visón americano.

Por lo que sabemos sobre sus hábitos alimenticicios y sobre su ecología debemos concluir que pocas veces pueden las nutrias ser un grave problema para los pescadores. En primer lugar los peces no constituyen su única fuente de alimentación: ranas y sapos, cangrejos, aves, pequeños mamíferos o insectos también entran en su dieta, y en algún caso en porcentajes mayores que los peces. Por otra parte las nutrias son animales muy territoriales: un macho adulto puede ocupar más de diez kilómetros de río, y expulsar a cualquier otro macho que se encuentre, y lo mismo hacen las hembras con otras hembras, aunque en parcelas de menor longitud.

También se ha comprobado que las nutrias no pescan por gusto, sólo persiguen a los peces cuando tienen hambre, dedicando la mayor parte del día a jugar y descansar. Tampoco tienen ningún especial interés por los salmónidos, y por el relativamente bajo porcentaje de truchas encontrado en su dieta en diversos estudios realizados en ríos trucheros parece como si las truchas salvajes y sanas no fueran una presa fácil para ellas: las comen, sin duda, pero si hay otros peces menos rápidos prefieren dedicar a ellos la mayor parte de sus esfuerzos. Un ejemplo de esto último es un estudio realizado en el río Esva, Asturias, que encontró que anguilas y piscardos (Phoxinus phoxinus, un ciprínido de menos de diez centímetros de longitud), eran los peces más importantes en su dieta, y que las truchas eran presas poco menos que anecdóticas, siendo atrapadas en una proporción claramente menor que la que suponían en el total de la fauna íctica del tramo estudiado.

En el caso de garzas y cormoranes la situación es algo distinta. Los aumentos en sus poblaciones han sido mucho más importantes que en el caso de la nutria, y esto ha sido refrendados por varios trabajos, que han certificado con el rigor de la metodología científica lo que ya sabíamos muchos pescadores. Garzas y cormoranes han demostrado tener una manifiesta plasticidad ecológica, una notable capacidad para adaptarse y explotar diversos medios, y en especial el creciente número de granjas de peces, ya marinas ya ubicadas en marismas, ríos o lagos. Los piscicultores se han quejado reiteradamente y desde antiguo de las pérdidas que estas aves, y en especial los cormoranes, provocan en estanques de truchas arco iris, cultivos de doradas, de lubinas, cotos intensivos…, pérdidas que por otra parte, aunque en ocasiones se ha comprobado que eran exageradas por los piscicultores, son innegables y que no siempre se pueden evitar con el sencillo sistema de cubrir con una red los estanques o jaulas de engorde.

Otra cuestión bien diferente es calcular el impacto que garzas y cormoranes tienen en las poblaciones de peces salvajes de nuestros ríos. En los últimos años se han realizado varias decenas de estudios sobre el particular y lo único que parece quedar claro es que ambas especies son depredadores oportunistas, que capturan a sus presas según su abundancia; y que dependiendo de cada caso su efecto es muy diferente.

La garza es un predador de aguas someras, que prefiere zonas estancadas y que en los ríos trucheros españoles nunca está presente en un número lo suficientemente alto como para pensar que pueda ser un problema. Los estudios realizados en Europa sobre su alimentación coinciden en señalar que los peces que componen su dieta (que no incluye únicamente peces) son principalmente aquellos ciprínidos localmente abundantes, y las investigaciones de J. M. Lekuona sobre la alimentación de la garza en el Bidasoa comprobaron que su impacto sobre los salmones era nulo.

Por otra parte la garza real, al igual que la nutria, es un animal territorial, que expulsa a otras garzas de su parcela de caza. Esto puede explicar que el crecimiento de sus poblaciones, muy rápido desde 1970, se haya frenado, o cesado totalmente en parte de Europa, partir de 1990.

El caso del cormorán tiene algunos puntos en común con el de la garza, pero también presenta evidentes diferencias.

Hay que aclarar que cuando se habla de cormorán grande (Phalacrocórax carbo) suelen diferenciarse dos subespecies: Phalacrocórax carbo carbo y Phalacrocórax carbo sinensis (que es el cormorán al que nos estamos refiriendo en este escrito). La importancia práctica de hacer esta diferencia está en el distinto comportamiento de las poblaciones de unos y otros cormoranes: mientras que Phalacrocórax carbo carbo no coloniza apenas las aguas dulces, y su número aunque ha crecido no se ha disparado desmesuradamente, Phalacrocórax carbo sinensis sí inverna en aguas continentales, a veces a cientos de kilómetros del mar más cercano, y sí es ahora mucho más numeroso que hace veinte años.

El cormorán, como la garza y la nutria, partía de una situación muy precaria. Durante siglos ha sido considerado en Europa (al contrario que en algunos países orientales donde se le amaestra para la pesca) un pájaro dañino y de mal agüero. Ya en el siglo XVI hay textos que indican que comenzaban a escasear en algunos lugares donde ahora son abundantes, y en el siglo XIX la caza y la recolección de huevos (que son apreciados para el consumo humano en algunos países) había acabado con la mayor parte de las poblaciones.

A partir de 1970 la protección de sus poblaciones le ha permitido recuperarse a un ritmo que puede calificarse de espectacular. Como ocurre casi siempre que una especie genera controversia hay que tomar las cifras con cierta desconfianza, pero hay datos muy fiables que indican que entre 1970 y 1995 la población europea de cormorán grande invernante en aguas interiores pasó de menos de 10.000 ejemplares a alrededor de 400.000. En la actualidad hay quien habla de más de 1.000.000 de cormoranes invernantes en aguas interiores europeas, aunque otros investigadores califican esa cifra de algo exagerada.

Al contrario que garzas y nutrias los cormoranes no son animales territoriales. Se agrupan en grandes bandadas e incluso practican técnicas de caza en grupo, por lo que su presión sobre pequeños territorios puede ser muy importante.

Y al contrario que de garzas y nutrias, sí hay estudios que indican que en algunos casos los cormoranes pueden afectar a las poblaciones de salmónidos: en algunos ríos de Suiza se comprobó que las poblaciones de tímalos descendieron hasta en un 80 % a partir de que los cormoranes llegaran en abundancia (lo cual no significa necesariamente que los cormoranes fueran la causa del descenso); en Irlanda, en algunos ríos salmoneros, se ha estimado que cuando los cormoranes se reúnen en gran número pueden llegar a devorar alrededor del 50 % de los esguines de salmones cuando estos se reúnen en bandos para su migración a alta mar.

En España no tenemos constancia de que estos altos niveles predatorios se hayan producido. Los estudios de J. M. Lekuona sobre las poblaciones de cormoranes en el río Bidasoa comprobaron que los cormoranes aprovechaban las repoblaciones con esguines para alimentarse intensamente de salmones durante unos días, pero el número de esguines que comían suponía tan sólo un 6,2% de los repoblados, un porcentaje considerado poco importante en términos globales.

Mientras que los enemigos de los cormoranes afirman que mil cormoranes devoran cada día alrededor de 450 kilos de peces los defensores de los cormoranes aducen que eso no significa que los cormoranes sobre-exploten las poblaciones.

Conclusiones
No puedo aliarme con aquellos pescadores que lanzan sistemáticamente acusaciones contra cualquier especie que coma peces por el simple hecho de que come peces.

Los predadores son necesarios para el buen funcionamiento de los ecosistemas, y esto es algo que la naturaleza nos ha enseñado con algunas dolorosas lecciones, por lo que pretender proteger a las poblaciones salvajes de peces eliminando a sus depredadores naturales no tiene ningún sentido. En Suiza la garza resultó ser una aliada de los pescadores, o al menos eso concluyó un grupo formado por técnicos de la Administración, naturalistas y pescadores, tras comprobar que en algunos arroyos trucheros donde la densidad de garzas era extraordinariamente alta estas aves, a cambio de un 6% de la producción de truchas, aminoraban la mortalidad de los peces por enfermedad y aumentaban la tasa de crecimiento de los supervivientes, de modo que los ríos con garzas tenían poblaciones más sanas que los ríos donde no había garzas.

Pero tampoco podemos ir al punto opuesto y proteger a los depredadores a cualquier precio.

Nuestros ríos, desgraciadamente, son ecosistemas humanizados: embalses, canalizaciones y dragados, contaminación… Las reglas del juego las ha cambiado el hombre, y algunas especies se benefician de este nuevo estado de cosas. Los cormoranes parecen ser una de esas especies que, como los zorros, los gorriones o las ratas, prolifera en ambientes artificiales aprovechando de una u otra forma tanto nuestras basuras como el vacío que dejan otras especies más exigentes. Un mínimo de prudencia nos dice que llevar a una especie, que por lo que sabemos lleva algunos siglos siendo relativamente escasa, a multiplicar por cien sus efectivos en menos de treinta años, puede ocasionar grandes cambios en el ecosistema.

Por otra parte no hay que olvidar que la pesca constituye un recurso económico de cierta importancia, y que aún cuando los cormoranes no fueran en ningún caso un peligro real para la conservación de las poblaciones de peces sí podrían disminuir su rentabilidad.

Como todo esto es bastante evidente, desde 1985 funcionan, desgraciadamente no en España, diversas asociaciones nacionales e internacionales de trabajo que aglutinan a gestores pesqueros, investigadores, pescadores, piscicultores, ornitólogos…, para analizar los posibles problemas que pueden provocar los cormoranes y otras aves piscívoras migratorias y tratar de encontrar soluciones justas.

Sólo desde esos grupos puede venir la armonización entre los intereses de los pescadores y los intereses de los amantes de los pájaros, un entendimiento que tiene que nacer tanto de la educación como del diálogo.

El que esos grupos tengan carácter internacional es una necesidad impuesta por el carácter emigrante de la especie. Se ha comprobado que medidas como ahuyentar a tiros a los pájaros de determinados lugares simplemente llevan el problema a otro sitio. Experiencias realizadas en USA estos últimos años han comprobado que una buena solución puede ser controlar la tasa de reproducción mediante aceitado de los huevos, pero la mayor parte de los cormoranes que visitan en invierno las aguas interiores españolas han nacido en Holanda y Dinamarca.

Desde aquí abogamos para que las administraciones encargadas de la protección ambiental y la gestión de los recursos pesqueros hagan lo necesario para:

-Conocer la distribución actual, el tamaño y evolución de las poblaciones de cormorán en España.
-Evaluar la magnitud e importancia del impacto de los cormoranes en piscifactorías, cotos intensivos y poblaciones salvajes.
-Tratar de armonizar los intereses de pescadores y conservacionistas, aumentando el nivel de cooperación entre ambos colectivos.
-Integrarse en los grupos internacionales de trabajo sobre el cormorán.
-Desarrollar estrategias de manejo que permitan asegurar la necesaria buena conservación de las poblaciones de cormorán y, al tiempo, que esas poblaciones no suponen un problema ecológico en los ecosistema acuáticos continentales, no son una pesada carga para la economía de piscicultores o propietarios de cotos intensivos en aguas privadas, ni disminuyen las posibilidades económicas de la pesca recreativa.

Alejandro Viñuales
Dic 23, 2009

1 comentario:

Nacho Vega dijo...

¡Chapeau, Alejandro! ¡Chapeau!

Si la mayoría de los pescadores pensaran en la misma línea, otro gallo cantaría. De acuerdo en que los animales del río comen otros animales. En este caso peces. Pero lo que más me indigna es que los pescadores (escribe un pescador de mar) no nos demos cuenta que llevamos décadas esquilmando los recursos naturales. Excesos de cupos, furtivismo, incumplimiento de vedas y tallas mínimas... Si a eso le sumamos la actividad industrial, las diversas infraestructuras y demás, el resultado es claro. Pero es mejor echarle las culpas a ese "pajarón negro" de mal agüero (el cormorán grande), a la nutria, a la garza real, al mirlo acuático... No vaya a ser que la escopeta que mata cormoranes grandes desvíe el punto de mira hacia algunos de los verdaderos culpables del desastre: Los que practicamos la pesca con caña.

Un cordial saludo y muchísimas gracias por el escrito.

Como decía antes, pero traducido al idioma de Cervantes:

"Sombrerazo".

Nacho.

P.D.:

Por cierto: no tenía este blog entre mis "Favoritos". Ya he deshecho el entuerto.

Nacho.