Las Tablas de Daimiel ha sido un humedal expósito desde tiempos antiguos en los que ni siquiera los propios habitantes de Daimiel lo conocían o apreciaban, hasta la actualidad, en la que muchos reniegan de él e incluso demandan que se quede sin nombre.
Cuando se habla de conservación, recuperación y gestión de zonas húmedas es conveniente tener claros algunos aspectos básicos que están directamente relacionados con las nuevas características ambientales de los territorios en los que se encuentran. El desconocimiento de esta realidad, y de los estudios realizados durante décadas, nos lleva a especulaciones basadas más en deseos utópicos que en realidades objetivas.
Las Tablas de Daimiel el pasado noviembre
La Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda fue creada en 1980 y en ella se incluyen un buen número de lagunas situadas en el Alto Guadiana (provincias de Ciudad Real, Toledo, Cuenca y Albacete), entre las que se encuentra uno de los pocos ejemplos de llanura de inundación de Europa, Las Tablas de Daimiel, que a su vez son Parque Nacional desde 1973. En esta Reserva hay diversos tipos de lagunas y humedales, algunos permanentes como las Lagunas de Ruidera, muchos estacionales, algunos efímeros, unos con aguas dulces, otros hipersalinos, alimentados por aguas de diferente procedencia: lluvia, ríos o arroyos, aguas subterráneas. Esta diversidad de enclaves y tipos de lagunas fue lo que lo que motivó su declaración como Reserva.
Las Tablas no pueden perder su categoría de Reserva de la Biosfera, porque esta se refiere a todo el conjunto de lagunas. Si se retira esta categoría se retirará a todas las lagunas, algunas de las cuales son, a la vez, Zona Ramsar por su actual interés biológico y ambiental, y otras van a estar propuestas para serlo en breve (Ramsar es una convención internacional, en la que se encuentra incluida España, que demanda a sus estados miembros la protección de los humedales integrados en su lista). Otra cosa es que se pida que Las Tablas dejen de considerarse Parque Nacional, y entonces hablaríamos de fracaso en el empeñode mantenerlas o restaurarlas.
Si queremos tener humedales, si queremos disfrutar de y en ellos, si aceptamos la obligación de conservar la diversidad biológica que en ellos se manifiesta, hay que plantearse nuevos modelos de gestión basados en las actuales y futuras condiciones ambientales y climáticas. Sólo seremos eficaces si aceptamos las nuevas reglas del juego y entre ellas está, sin duda, la reutilización de aguas tratadas convenientemente para que tengan una calidad adecuada a su uso ambiental.
Por otro lado, los planes de restauración de humedales deben de diseñarse a largo plazo, porque muchas y continuadas han sido las alteraciones y agresiones que han sufrido, todas derivadas de actividades humanas poco respetuosas con el medio natural. En el caso de Las Tablas estas agresiones comenzaron a finales de la década de 1960 y ahora pagamos sus consecuencias. Pretender recuperar los humedales manchegos y Las Tablas de forma inmediata cae dentro de esa utopía ya mencionada. Sólo un plan diseñado a medio y largo plazo, sostenido en el tiempo, puede ser eficaz en la conservación integral de los humedales manchegos y en general de nuestros espacios naturales más emblemáticos. A nadie ese le ocurre, por ejemplo, restituir un bosque en unos pocos años, lo mismo ocurre con los humedales.
Sería curioso, incoherente y desalentador, que ahora que se ha aprobado este plan —el Plan Especial del Alto Guadiana (B.O.E., 24/01/2007), con una clara vocación conservacionista que sigue las directrices de la Directiva Europea del Agua, y en el que se contempla una inversión de algo más de 1.669 millones de euros para actuaciones medioambientales (entre ellas la recuperación ambiental de las lagunas y humedales de mayor interés de la Mancha Húmeda, y por supuesto Las Tablas de Daimiel), y otros 900 millones para abordar el problema de la calidad del agua—, se demande que esta Reserva de la Biosfera y este Parque Nacional pierdan su denominación y queden abandonados a una suerte que desgraciadamente todos intuimos: su desaparición.
Santos Cirujano
Científico titular Real Jardín Botánico de Madrid, CSIC.
26 de febrero de 2008
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