SOCIEDAD ESPAÑOLA DE ORNITOLOGIA DE CIUDAD REAL

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viernes, 25 de abril de 2008

No aprendemos nunca

La madrugada del 25 de abril de 1998, la balsa de residuos de la mina Aznalcóllar, se rompió, y seis millones de metros cúbicos de lodos tóxicos se desparramaron por la cuenca del río Guadiamar, camino de Doñana. Un vertido excepcional que contaminó 63 kilómetros de cauce y 4.634 hectáreas de terreno. No hubo víctimas mortales porque el accidente ocurrió durante la noche. Acababa de ocurrir el mayor desastre ambiental en la historia de España (el vertido tóxico de Boliden fue unas 1.000 veces mayor que el del Prestige).

Cuando ocurrió no sabíamos qué hacer. La gente deambulaba por la zona sin propósito definido y como ausentes. Sin duda, todo habría ido mejor con un plan de emergencia que al día de hoy sigue sin existir en la mayor parte de las balsas mineras abandonadas por todo el país. A pesar de ello, las decisiones de urgencia que se adoptaron, particularmente parar el vertido en la zona conocida como Entremuros, fueron acertadas.

Javier Cobos, entonces director del Parque Natural, afrontó con decisión esa tarea. Nosotros, desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, comenzamos a tomar rápidamente todas las muestras que podíamos antes de que el lodo afectase a la zona. Inmediatamente después vimos como intereses políticos y de otro tipo dirigieron una estrategia de comunicación que se puede resumir como «aquí no ha pasado nada, y si ha pasado algo es culpa del otro».


Pero los periodistas nos preguntaban a nosotros también y en ese momento la cosa se complicó. Fieles a la obligación de contar los datos objetivos, los mensajes del CSIC se asumieron como referencia fiable de lo que ocurría. Gracias a la valentía y honestidad del entonces presidente del CSIC, César Nombela, pudimos hacer nuestro trabajo con absoluta independencia.

El primer informe que le llegó al entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, era del CSIC, y lo emitimos a los cuatro días. La información era bastante correcta y muy rápida. El CSIC organizó un comité científico con 90 investigadores, que dejaron todo para centrarse en este tema. Un mes y medio más tarde recibimos el encargo oficial de formar el comité.

La Junta de Andalucía prohibió toda actividad agrícola, pesquera y ganadera en la zona, y las cosechas de los terrenos cultivados fueron retiradas, para garantizar la salud pública. Al año siguiente mas de 5.000 gansos morirían contaminados.

Las cifras de la operación de limpieza y restauración dejan claro que la respuesta ha sido acorde al tamaño del accidente. Nunca se había afrontado una operación de semejante calibre en recuperación de suelos muy contaminados. José Luis Blanco, Luis García Garrido y Juan Jesús Jiménez por la Consejería de Medio Ambiente de Andalucía asumieron esa responsabilidad y su consiguiente coste político. La aparición de un coordinador de las administraciones en la persona de Félix Pérez Millares supuso un diplomático soplo de aire fresco en un ambiente algo más que tenso.

Hoy podemos pasear por la ribera del Guadiamar convertida en zona de recreo y comprobar el excelente estado de lo que fue un río negro y tóxico. Y nos podemos sentir orgullosos de ello, aunque no tanto de otros aspectos. Boliden, la culpable de todo esto, nunca pagó nada y probablemente aún hoy se estén riendo de nosotros.

Seguimos teniendo decenas de balsas mineras abandonadas que carecen de plan de emergencia y además, estamos a punto de ver ponerse en marcha una explotación similar a la de Boliden a escasos kilómetros de donde se rompió la balsa.

En algunas cosas parece que no aprenderemos nunca. Tampoco se ha adoptado como procedimiento habitual la rápida asesoría científica en caso de catástrofes. Poco después pudimos comprobar cómo esa fuente de información fiable e independiente brillaba por su ausencia en el caso del Prestige, generando con ello una mayor alarma social y unas decisiones menos fundamentadas.

Estos días veo con asombro a personas que, intentado promocionar sus casposas aspiraciones políticas, presentan libros, inauguran exposiciones y cuentan con detalle lo que pasó y cómo ellos acertadamente intervinieron, sin que nadie recuerde haberles visto por allí el 25 de abril del 98. No sólo contaminan los lodos tóxicos.


MIGUEL FERRER (director de la Estación Biológica de Doñana durante el desastre de Aznalcóllar)

Fuente: El Mundo http://www.elmundo.es/elmundo/2008/04/24/ciencia/1209061609.html
Imagen: http://innata.blogspot.com/2007_03_01_archive.html

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